Por Laura Brizuela
El
crecimiento económico de Brasil alejó de la miseria a millones de sus
habitantes. Las regiones norte y nordeste, históricamente las más castigadas,
son parte de esta mejora, aunque problemas básicos como el analfabetismo,
terminan siendo una piedra en el zapato del progreso.
Edair tiene
48 años y es analfabeta. Vive en Araguaína, en el estado de Tocantins, norte de
Brasil. Tiene la piel curtida por el sol, los ojos cansados y una sonrisa que
siempre está a punto de soltársele. Se ríe fuerte, escandalosa, como todos por
aquí. Es empleada doméstica y cuenta orgullosa cómo las cosas mejoraron en su ciudad
en los últimos diez años. Enumera los supermercados que abrieron, las fábricas
de construcción, los negocios de ropa. ¨Si hasta bares ahora hay un montón¨,
dice con la sonrisa abierta.
Ese orgullo
se transfiere inevitablemente cuando habla del inmenso Brasil. No sabe por qué ni cómo,
pero escucha regularmente que a su país le va bien. Y asiente al acordarse de
su propia historia. ¨Por fin, una vez en la vida, nos va bien¨.
Edair tiene
cuatro hijas. Sólo la menor vive con ella. ¨Las demás están con la abuela,
porque cuando eran chiquitas yo no podía criarlas. No tenía trabajo. Después
cuando pude, quisieron quedarse con mi mamá. Igual vivimos en la casa de al
lado¨, cuenta.
Todas sus
hijas fueron – en algún momento- a la escuela. Edair tiene consciencia de que
leer y escribir es fundamental. Aclara que no aprende porque ya está vieja y no entiende, pero sabe
que su vida sería más fácil si no fuera analfabeta.
¨Podría
usar mejor mi celular¨, dice.
Desde hace
un par de meses tiene un smartphone. Lo terminará de pagar recién en medio año.
Lo cuida como a su vida. ¨Aquí hay que tener muchísimo cuidado. Por los robos¨,
agrega mientras lo agarra y le pasa la mano como para limpiarle el polvo inexistente. ¨Si supiera cómo, podría mandar mensajes de textos…¨.
La realidad
de Edair es común en la región norte y nordeste. Según el último censo (2010) del
Instituto Brasileño de Geografía y Estadística (IBGE), hay 1.856.000 de analfabetos
en el norte del país, lo que representa un 11,2% de la población. Aún así, las
noticias son buenas. En 2000, el
analfabetismo era de 16,3% en esa región, y de 26,2% en el nordeste, en donde
hoy es del 19,1%.
En el sur y
sudeste de Brasil, donde se concentran las mayores capitales, el índice es del
5% en promedio. Y en el centro-oeste, región del Distrito Federal (Brasilia),
es del 7,2%.
El analfabetismo
disminuye y el crecimiento económico es evidente. Con un poderoso mercado
interno y el aumento real en el poder de compra, más de 31 millones de brasileños
pasaron a ser parte de la clase media en los últimos diez años.
Estos
progresos traen aparejados algunas contradicciones. Algunos de ellos son básicos, como
salud, saneamiento, derechos laborales, educación, entre otros, pero siguen a la espera de mejoras.
¨Podría comprar
una computadora aunque no sabría usarla¨, confiesa Edair. ¨Pero este celular es
como una pequeña computadora, ¿no?¨, pregunta esperando un sí.
Entre todas
las funciones que posee su teléfono, Edair sólo sabe prender la radio y atender
llamadas. ¨Las demás cosas son muy difíciles. Ya me quisieron enseñar pero no
entiendo y prefiero no tocarlo demasiado¨, dice mientras todavía lo lustra. Y no parece sacarle ningún polvo. Parece acariciarlo.
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